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42 días



Han pasado 42 días, en el que he estado sometida a un dolor tan profundo, incurable.

Hay 3 cosas a la vez tan parecidas: la ausencia, el dolor y la despedida. Hoy, con el valor y fuerza característica de ella, he podido transcribir lo que mi corazón empezó a vivir desde ese 28 de enero.


Ese día te vencieron los 99 años que Dios nos dejó disfrutarte, pero estoy más que convencida que tú les ganaste, porque siempre fuiste una mujer fuerte, amorosa y valiente. Te has marchado y dejaste mi corazón destrozado, muerta en vida, inconsolable, pero estoy convencida que desde allá en el cielo, rodeada de tus miles de santos a los que tantas candelas les quemaste, nos estás mirando y sé que nos enviarás miles de bendiciones y nos seguirás protegiendo.


Mamá, debes ayudarme, por las noches las lágrimas me están venciendo, están cayendo incesantemente porque cierro los ojos y no encuentro consuelo en saber que ya no estás mirando en la ventana, sentadita en el mueble, esperando a que la puerta se abra y sonrías al vernos. Cada vez que mis ojos se cierran, te veo tan real, tan fuerte, llena de vida.


Hoy el cielo está iluminado, porque te has convertido en el ángel más hermoso que por fin ha llegado al encuentro con Dios y la Virgen, hoy eres el hermoso de todos y allá arriba lo saben.


Hoy te pido Doña Francis, darme las fuerzas para aceptar la maravillosa vida que tuviste, los hermosos recuerdos que guarda mi corazón, sabes que quizás yo guardo muchas de tus aventuras, tus compras, tus locuras en la casa, lo que disfrutábamos salir a San José y regresar a la casa a dormir toda la tarde. Aún recuerdo cuando ibas con papi a recogerme a la escuela, es como si hubiese sucedido ayer.


¿Allá arriba puedes recordar cuando corrimos a la casa porque iba a llover y veníamos de comprar queso por el antojo que teníamos de hacernos tortillas? Recuerdas cuanto nos reímos al ver caer la lluvia y nosotras disfrutar del café y de esa perfecta tortilla que hiciste ese día.


No podría terminar si me pusiera a escribir las tantas anécdotas que tenemos, tantas cosas que vivimos, pero sé que en mi corazón siempre estarán y cuantas veces tenga que compartirlas lo haré, porque fuiste la mejor de las abuelitas que cualquier persona puede tener.


Disculpa que siga llorando así, pero me pesa tanto tu ausencia, apenas te has marchado y ya estoy extrañando tu presencia aquí. Sé que te prometí ser valiente y guardar por siempre tu recuerdo en mi corazón y en mi mente. Me tranquiliza pensar que una parte tuya se quedará por siempre aquí, conmigo, pues seguirás siendo por siempre mi inspiración, mi motivación, el motor que me de fuerza para ser cada vez mejor.


Sabes que pasa, que de niña siempre te vi como una súper mujer, así como la mujer maravilla y, aún ya vieja, te consideré inmortal. Anda, porque no me cuentas como estás, porque no nos sentamos en el mueble y hablamos de cómo es la vida allá, cuéntame sobre el paraíso, tu jardín debe ser hermoso, lleno de flores bellas. Sabes, necesito tu ayuda, el helecho está triste, no logro darle vida y he seguido tus consejos, pero en serio, parece que se quedó sordo, porque le hablo y le pido que por favor debe vivir y no me entiende, anda ayúdame por favor, no quiero perderlo a él también.


Te confieso algo, siempre te miré como el hada madrina salida de un cuento. Hasta ese 28 d enero pasado pensé que tus poderes eran más fuertes que la muerte. Desde ese día he tratado de no llorarte y no pensar en el hueco que siento en el alma. Entonces, cuando la tristeza me quiere embargar te imagino diciendo “pareces tonta llorando” y sonrío porque de verdad te escucho decirlo.


Otra cosa, cuando me toque el momento de visitarte por aquellos lugares, me tienes listo el cafecito, yo llevo el pan, pero por favor te pido, llevaré mucho pan, porque correré a abrazarte, a mirar los ojos azules de papi, miraré el cabello largo y blanco de abuelita, saludaré muy seriamente a Ramiro y sabes que no podré contener las lágrimas al ver de nuevo a Berny.


A quienes leen esto hoy y aún tienen a sus abuelitos vivos, vayan abrácenlos, por favor, denles muchos besos, porque quienes tuvimos la hermosa bendición de tener a unos que eran como nuestros padres y hoy no los tenemos, los extrañamos muchísimo.


"Josita"


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